domingo, 21 de febrero de 2010

Person

Sobreponerse. La vida enferma –enferma- en cada una de sus manifestaciones, y aún así, bil, bana o banal, no pierde el encanto -el día es yugo o vicio. ¡Hay un grito encañonado en las sienes por ser arrancado de la carne hacia todos los cielos! ¡Una perla por arrancar del ojo de la tormenta! ¡Oh entereza que nos coronas! -Deberían doblegarse.
Callar. El silencio promete un remanso donde la palabra vino a hacernos cauce desenfrenado, donde el sentido nos des-hace en la orgía de ases de hielo: con el cielo, los estigmas de nuestra bestialidad… afortunadamente expiraron.
Desde siempre –y en la pura virtualidad- me complazco con llamar deseo a cierto hastío famélico de mundo, ciertas anarquías en los valles de la hiedra hacia el volcán de plata. A grandes rasgos, la noche y yo vivimos en celo. Pero por cierto, pareciera que sólo es el odio lo que irriga mis venas, que es allí donde se reúnen las vertientes del metal frío.
¡Oh madre! ¡Callaré mis pecados pero aquí los dejo! No los quiero ver, estoy mudo y ciego de momento.
Sobreponerse sin mentiras. La vida está pegada a la piel -regreso al mundo. ¡Entregarse a los placeres, a las músicas, los amores! Mal presagio: las matemáticas fustigan el suelo bajo nuestros pasos –las grietas, los abismos. Adiós, me largo, se despide otro nigromante, otro de los curadores de la nada –me voy del mundo. Desde aquí la ciencia posee todas las negruras, el amor es el trasero de nuestro desvarío y por eso ya nadie se interesa por la poesía ¡Bendita senda el consumo!
Disiparse por doquier. Errar en el error. Lavar el suelo.
Se bate aún la tormenta sobre el bosque de altísimos fresnos del último boulevard que se prolonga hasta las vías del ferrocarril; el cielo se ha trabado en metal impenetrable. Pronto cesará. Ya imagino el himno de los pájaros, las frondosas copas reverdeciendo en mil vigorosos matices que contrastan con la grisalla de la cúpula y se confunden otra vez en una inmensa coraza de sombra cuando cae la noche. Las alimañas supuran su júbilo, vibran y se estremecen, se rozan, lúbricas, decrecen y se alargan, precipitan vértigos desde sus últimos vástagos hasta la más profunda de sus raíces. Saben de nuevos pozos de lluvia, y así es como vivirán por hoy, en su hospicio.

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