Entonces, los días se sucedían en el seno de una atmósfera límpida y ligera. El Fruto hubo de soltarse gentilmente, afanándose tal vez, a esos vastos mundos de inocencias sin fin que desvanecían pálidamente con el sol durante el ocaso – toda esa despreocupada y radiante soltura, toda esa cálida y magnética ingravidez. Tal es la caída, y tal es el impacto.
Hubimos de decir adiós a nuestra naturaleza angélica, adiós al ambarino carmesí que velaba nuestra ventura; lentamente, fuimos encarnando una progresiva pesadumbre que dió por convertirnos en hombres taciturnos e ingratos.
Ya la leche materna supo agria y la escupimos en el rostro del Padre, más luego, cautivos de un libertinaje insaciable, salivamos sobre nuestras memorias, nuestros amores, sobre todos los porvenires soñados de manera estúpida y persistente. Todo aquel candor primitivo se sumió a los vértigos de la noche eterna que gustosa abría sus piernas bajo nuestra saliva hedionda, más y más ebria ¡Oh, la vida misma se convirtió en el terreno de un peregrinaje temible! ¡La calumnia y el hastío dieron por condensarse en nuestra sangre como un frío placebo! ¡Pavor y locura destellándose desde nuestras miradas de cóncavas tinieblas! -clamor de clarines, repique de tambores, temblores de guerra.
¡Amigos míos, peces sombríos, mis corteses demonios, proferiremos ahora las dignidades de nuestro sello! ¡Armas arriba! ¡Miembros afuera! Sólo se admiten gentilezas para hembras celestiales, por el resto, una cruz que detestamos le fue asignada ¡Recuérdenselo! -las ninfas y los narcisos se confunden en frígidos bacanales.
¡Que Exploten, que exploten los palacios! ¡Habrán de ser vadeadas aquellas trincheras donde no hay más que peste y cadáver! No se detecta, en el dulce rumor, devolverse nada hacia los ojos abiertos; más de esto sería bien recibido en los comités, las asambleas, las piadocidades pequeñas; luego vendrán nuestras cortes en séquitos bipolares; allí necesitaremos más que buenos discursos, todo es abominablemente oscuro y confuso. ¡Oh, dancen demonios! ¡Sendas moscas copulan sobre las sangres derramadas, y aún las heridas abiertas!
Los vapores ascienden ya oscureciendo el cielo enrarecido; la lluvia habrá de asolar las regiones del oeste y será a través de aquellas anegadas comarcas por donde ingresemos al mundo ¡Cuando el fruto cayó, amigos, gusanos, todo un mundo pútrido se abrió por delante! ¡Nadie volteará la clepsidra que palpita en nuestro pecho! ¡A la carga!
miércoles, 14 de abril de 2010
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